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cosa sagrada entre los circunstantes que le comian con mucho silencio y reverencia junto con otros manjares de añadidura, facilitando la operacion con largos tragos de vino.

En ciertas ocasiones por algun especial motivo celebraban una fiesta llamada pandot que duraba cuatro dias, en la que tocaban instrumentos de música y prestaban adoraciones à sus anitos. Esto tenia jeneralmente lugar en casa de algun prócer con la asistencia de sus deudos y amigos. Se prolongaba la casa con una enramada llamada sibi, dividida en tres naves y la adornaban con yerbas olorosas, flores y lamparillas, colocando en el centro una muy grande. A este sitio provisional que se deshacia despues de concluida la fiesta, daban el nombre de Simba ò Simbahan que quiere decir lugar de adoraciones ó sacrificios: y es la única cosa entre ellos que se pareciera á una iglesia ò templo.

Tambien tenian una especie de ministros relijiosos. Sonat era como si dijeramos obispo : él confería en otros el carácter sacerdotal; perdonaba y castigaba faltas. Habia varios en las islas, pero siempre se hallaba este empleo en personas de consecuencia por ser de gran respeto y valía. El Catalonan era el sacerdote ò sacerdotisa de los sacrificios. El Mangagavay era un hechicero que daba ò quitaba la salud y la vida con sus ensalmos. De estos habia muchos. El Manyi Salat era el hechicero que poseia la virtud de inspirar amores y á él acudian los avasallados por pasiones mal correspondidas. El Hodoban era un hechicero maléfico (conocido en Catanduanes) que mataba jentes, derribaba casas y causaba desastres. El Mangagayoma era otro hechicero que conseguia sus designios por medio de medicinas. En fin el Pangataboan pronosticaba lo futuro y era muy jeneral en el archipiélago.

Con estas luces de relijion no es estraño estuviesen sus

mentes llenas de las mas pueriles supersticioues. Jamás entraban en un bosque ò monte sin pedir licencia al nono, á lo cual ellos llamaban pasingtabi sa nono. El canto de la lechuza ó lagartija, el crujido de una tabla, la vista de una culebra en una casa nueva ó al principio de un viaje se reputaba por anuncio de un infortunio. Tenian por regla el no hablar de peces en casa del cazador, ó de caza ó perros en la del pescador; temian el probar instrumentos nuevos y en cuanto podian hacian uso de los ya esperimentados, pues sabian que en estos no habia hechizo. No debia una mujer en cinta cortarse el cabello porque creian que á la criatura despues no le naceria pelo alguno. En el momento de su alumbramiento se colocaba un hombre enteramente desnudo con un sable en mano en el sitio llamado Silong y otro en el mismo arreo sobre el tejado de la casa y daban con sus armas tajos y reveses al aire para auyentar al Patianac ò al Osuang. Otras veces trasladaban la mujer á la casa de algun amigo si sospechaban que en la propia estaban los brujos.

Ningun hombre podia casarse sin pagar á los padres de la novia el bigaicaya, que era una suma convenida segun la categoria de los contrayentes y por medio de la cual de hecho compraba á su querida. En ella se entendia incluido el Panhimuyat que es el precio debido á la madre de la joven, por su trabajo y desvelo en educarla, y tambien el Pasoso, que es el safario entregado á la ama que le dió el pecho. De este modo hacian pagar al marido todo lo gastado en criar à su esposa, entendiendo seguramente que él solo reportaba el fruto de tantos cuidados. Algunas veces el bigaycaya entregado por el novio escedia de la justa suma y el suegro le índemnizaba con alguna alhaja, algunos esclavos ó un trozo de tierra de labor á cuya transaccion se llamaba Pasanor. Cuando el pretendiente no tenia oropara comprar la novia, entraba en su casa en clase de cria

do y servia al padre en todo cuanto le mandaba, hasta que se hallase en estado de pagar el bigaycaya ò que la ganase con su trabajo del mismo modo que los antiguos israelitas. Estos pretendientes se llamaban Catipados, y dicen las cró nicas que los amantes no se picaban siempre de continentes y que solian ser unos amancebados aun á sabiendas de los padres. En los contratos matrimoniales se exibia bastante espíritu aristocrático procurando que los novios fuesen de igual condicion y aun parientes muy cercanos, pero no hermanos; y muchos padres mantenian el penacho de exijir por precio de la hija la misma suma que ellos dieron por su madre. Despues de concluidos aquellos, trocaban alguna alhaja á cuya ceremonia se daba el nombre de talingbohol, y el novio entregaba el habilin, que era una pequeña suma, en prenda del bigaicaya prometido del mismo modo que se practica entre nosotros en los contratos cnando no se tiene todo el dinero á mano. Cuando la mujer que se casaba no tenia padres ni abuelos percibia ella misma la dote. Algunos padres jenerosos devolvían el bicaycaya al yerno especialmente á la hora de la muerte. Tres dias antes de la boda se juntaban en la casa en donde se habia de celebrar, todos los parientes de ambos y fabricaban el palapala, que es un toldo de ramas añadido á la casa para que pudiese contener á todos los concurrentes. El dia de la ceremonia se pagaba el bigaycaya delante del concurso entero. Los parientes hacian á la novia algun regalo, como unos braceletes, un pañuelo &c. y los convidados daban una pequeña suma, de la cual se tomaba nota con mucha escrupulosidad, porque exijia la cortesia que si Pedro por ejemplo habia entregado seis granos de oro en un casamiento efectuado en casa de Antonio, este correspondiese con la misma cantidad cuando ocurriese otro en la de Pedro. La suma de estas ofrendas se gastaba de diversos modos; por lo jeneral servia para ayudar á los gastos de la boda y al equipo

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de los novios. La Catalona ó Babaylana consagraba la ceremónia por medio del sacrificio de un cerdo, de la manera que ya se ha referido; los amantes estaban sentados en las faldas de unas viejas que hacian de madrinas, daban de comer con sus manos á los amantes de un mismo manjar y plato y de beber en un solo vaso. Hacian decir á él que amaba mucho á la novia, y á ella que estaba perdida por él, á lo cual prorrumpian los circunstantes en grandes aplausos y muestras de júbilo que esplicaban bailando y bebiendo; y la Catalona imponia silencio y con suma gravedad derramaba sobre los consortes una llubia de hiperbólicas bendiciones. Algunas veces el novio bailaba delante del cerdo con la lanza en la mano é invocando al anito de su mayor devocion le daba una lanzada, con lo que quedaba mejor establecida entre los desposados la concordía. La fiesta duraba tres dias; durante estos y los otros tres empleados en preparar la casa, los concurrentes pasaban el tiempo con gran algazara y al llegar la noche repletos y medio ébrios se acostaban en el mismo aposento hombres y mujeres, casados y solteros, y parece que no todos se dedicaban esclusivamente à dormir. Tambien usaban à veces en los desposorios otras fiestas y ceremonias nada honestas. Concluido el término de las diversiones, conducian en procesion á los novios á su nueva casa. Los matrimonios no eran indisolubles porque la mujer era dueña de separarse devolviendo la dote, y el marido lo mismo dándole otra nueva, y podian en seguida casarse con quien quisiesen del mismo modo que se practica en el dia entre las tribus errantes de los àrabes del desierto. Si tenian hijos la dote era para ellos aunque se separasen los padres. En Luzon se observaba la costumbre de tener una sola esposa, pero no se privaban del regalo de mantener concubinas y esclavas: en las Bisayas se hallaba establecida la poligamia de muchas mujeres ejítimas.

Los nacimientos no eran reputados como motivos de grande festin. Circuncidaban á los niños de ambos

sexos.

Cuando moria alguno se reunian los parientes y amigos y aun otros plañideros alquilados; y al rededor del cadáver cantaban llorando las alabanzas del difunto, asi como se usa todavia en muchas partes del Asia. Le lababan, zahumaban y vestian, y á veces le embalsamaban con materias aromáticas despues de lo cual lo enterraban en presencia de todos. A los pobres los colocaban simplemente en un hoyo que se cababa en el Silong debajo de la casa. A los poderosos los tenian de cuerpo presente durante tres dias cantando flebilmente sus virtudes y hazañas: luego los metian en una caja hecha de un tronco de árbol escabado con su tapadera bien ajustada, adornándole antes con diversas alhajillas especialmente con pedacitos de ojuela de oro sobre la boca. El ataud se colocaba segun la voluntad espresada antes de morir por el fenecido, o bien en lo mas elevado de la casa en una especie de desvan en donde escondian varias cosas de precio; ò en el Silong debajo de la habitacion, ò cerca de ella, abriendo una huesa en donde se depositaba dejándola sin cubrir y cercandola de unas verjas de estaca; ò en un campo apartado, ò à orillas de un rio sobre algun sitio ó roca eminente para que sirviese de culto á los piadosos, poniendo guardia al sepulcro para que no pasase por aquel lugar hasta despues de algun tiempo barca algúna, y para que el muerto no viniese á llevarse á los vivos.

Contigua al sepulcro colocaban otra caja que contenia los mejores vestidos del fenecido, platos con manjares à su usanza sus armas si era hombre y si mujer el telar ó los instrumentos de labor en que se habia ejercitado. Si el enterrado habia sido un valiente corsario construian el ataud en forma de un barangai, y ponian en él para que sirviesen de

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